¿Se acuerdan de Greg Smith? ¿No? ¿Ni un poco? Normal, casi nadie lo hace a estas alturas. Les ayudo a refrescar la memoria.

El 14 de marzo del año pasado, Greg Smith se hizo famoso en todo el mundo al escribir una tribuna de opinión en ‘The New York Times’ titulada «Why I Am Leaving Goldman Sachs«.

En un momento se conviertió en el valiente que alzó la voz y dejó Goldman Sachs, harto de los abusos de la compañía. En el directivo con conciencia al que le ponía “enfermo cómo se habla(ba) de timar a los clientes”. El ejecutivo que “honestamente” podía decir que “el ambiente es ahora más tóxico y destructivo que nunca” en Goldman Sachs.

Durante unas horas, unos días, tuvo su momento. Fue el Jerry Maguire de Wall Street. Escribí sobre ello entonces.

En realidad, su historia nunca estuvo muy clara. Más que un ataque repentino de decencia, todo apuntaba a un ataque de rabia por no haber sido valorado como consideraba que debía serlo, por un bonus mucho menos jugoso de lo que esperaba y otras razones menos heroicas.   Y más propensas a la parodia.

Fuera lo que fuera, tal y como llegó, desapareció. Hasta ahora. Porque Greg Smith ha vuelto con un libro debajo del brazo. “Why I Left Goldman Sachs. A Wall Street Story”. Bueno, en realidad el libro salió hace tres meses, pero no se le ha hecho mucho caso fuera de Estados Unidos.

Ayer hablamos de él al inicio de la Brújula de la Economía, en Onda Cero.

Michael Lewis, quizás el periodista económico más imprescindible de los últimos años, ha reseñado la obra en una larga pieza para ‘The New Republic’. Y no deja demasiado bien parado al sudafricano Smith.

La primera pregunta que se hace Lewis, y para lo que no encuentra respuesta en la autobiografía, es por qué Smith se vio en la obligación moral de dejar la compañía, después de 12 años, precisamente en 2012. Porque razones para hacerlo antes tuvo muchas.

Como:
– En 2000, nada más llegar, cuando los análisis de Goldman ayudaron a hinchar la burbuja de Internet
– Cuando Goldman ayudó al Gobierno griego a maquillar sus cuentas en 2001 para engañar a la Unión Europea.
– O cuando estaba “manipulado a las agencias de rating y a los inversores” para expandir el mercado de la subprime en 2004.
– O cuando, en 2006, diseñaban ‘securities’ para que fracasaran (el programa Abacus) y que sus propios traders, apostando contra ellas, se lucraran a costa de los clientes de la firma.

Smith argumenta en el libro que la firma tiene tantos compartimientos estancos que él nunca vio nada ilegal, aunque sí cosas vergonzosas. Lewis se lo cree, y dice que ese es precisamente el problema, pues le quita todo el morbo al libro. Smith no era nadie y no sabe demasiado. Bueno, eso y que tras leer uno se queda sin saber exactamente en qué consistía el formidablemente bien pagado trabajo del nuevo Maguire.

El Smith que sale del libro es un tipo que se quiere demasiado. [“Often he sounds as if he is still trying to impress Lloyd Blankfein and win some big promotion.” ]. Y en las reseñas no sale nada bien parado:

«He has written exactly the sort of book you might expect from an employee of Goldman Sachs: narrowly self-interested, curiously myopic”.

«If say, back in 2004, someone such as Greg Smith had stepped forward and explained to the world what was going on inside Goldman, he might have spared us all a lot of pain and trouble. But today’s insider confessions feel like vain and useless acts»”, escribe Lewis.

Reseñas y comentarios de interés sobre el libro y el caso, en general no demasiado positivas para el autor, han sido publicas en todos los grandes medios:

– El USA Today
– En The Guardian:
–  En The New York Times (muy dura):
–  En The Daily Beast: “The Nine Biggest Revelations in ‘Why I Left Goldman Sachs’”
– En Business Week:
–  También en el mítico 60 minutos, de la CBS.

Smith fue uno de los miles de jóvenes de todo el mundo que acuden a Manhattan tentados por sueldos impensables e instrumentos que apenas conocen, como el propio Michael Lewis (lean El poker del mentiroso). Se hizo rico demasiado joven gracias a los incentivos que luego denostó. Y de golpe vio la luz. Demasiado tarde. Demasiado falso.